"Aunque se sigue llamando el Cerrillo, ahora es gestionado por el equipo de la Cabilda, con el antiguo dueño a la cabeza. Se nota en la atención familiar y cuidadosa y en la elaboración de los platos. De menú de fin de semana, me pedí unos callos de primero (no entiendo este posicionamiento, pero no es inhabitual en las cartas de los restaurantes), de buena textura, buen sabor y gran tamaño. Notables. Y de segundo, un confit de pato, bastante ortodoxo. Mi compañera, y de segundo un rodaballo de ración, que después de su gracioso aspecto, costó sacarle la prieta carne. De postre un heterodoxo tiramisú, que con café y copa, redondean los cincuenta euros por pareja. Muy aceptable, repetiremos, y más teniendo en cuenta su amplio horario de comidas."